jueves, 25 de diciembre de 2014

Smoky Christmas‎

Lo peor de aquella custodia compartida con su hijo, era aquel día, en cuanto el reloj marcara las diez de la noche tenía que llevar al pequeño junto con su madre. La pequeña Cora seguramente no se lo tomaría demasiado bien, pero pelearse con Rebecca por darle a Eiven un día de navidad sin traqueteos era un dolor de cabeza que le resultaba innecesario tanto para él como para el pequeño. Suficiente tirria le había cogido ya la mujer como para provocarla más, aunque eso en su cabeza era hasta divertido. Pero para Eiven, era mejor no ver a sus padres discutir continuamente. No había que ser demasiado inteligente para ver como afectaba eso al niño.

Diez menos cuarto, Glen apartó la mirada del reloj para fijarla en su hijo, estaba tirado en el suelo jugando con el resto de niños y con algunos de los animales de Gilbert. Aquella reunión familiar no parecía ser el desastre que eran la mayoría, incluso Revi se comportaba, aunque en algunas ocasiones le había dado aquella risa inquietante suya. Y ahora debía de arrancar a su hijo de aquel ambiente tan agradable y familiar para llevarle al nuevo tugurio donde vivía su madre. Solo un trago le bastó para terminarse la copa y caminar hacia su hijo. 

Eiven ya sabía de sobra lo que tocaba, por eso cuando le vio acercarse se puso en pie y se sacudió la ropa que tenía llena de pelos de gato y cogió un paquete que había dejado en un lugar seguro. Glen recordaba muy bien aquella semana recorriendo mil lugares diferentes solo para que el pequeño le encontrara un regalo a su madre, una semana agotadora pero el niño era detallista como nadie con su madre, suponía que era su forma de decirle que la echaba de menos. Glen sujetó el paquete para que se pusiera el abrigo, pues la verdad es que Glen dudaba bastante que en aquel piso donde el pequeño dormiría, hubiera calefacción.

Y llegó el momento en el que el niño comenzó a despedirse de toda aquella familia que se quedaría siguiendo con aquella cena, Comenzó con los niños y acabó repartiendo cariñosos besos a todos los adultos, bueno, a casi todos. Después de aquello tanto Glen como Eiven se marcharon de allí.

- ¿Crees que le gustará el regalo papá? - la voz del niño resonó por primera vez cuando atravesaron el portal de aquel edificio. Durante todo el camino había ido en silencio, pensando en dios sabe que-.

- Claro ¿Ahora dudas? - Claro que le gustaria, o al menos esperaba que como toda madre corriente Rebecca llegara a fingir un poco de entusiasmo por aquel regalo.

Parecía que aquella respuesta había bastado para complacer al niño, que sonriente abrazaba el regalo. Glen esbozó una simple media sonrisa mientras subía las escaleras. Le hacía bastante gracia el entusiasmo del niño por algo tan simple. También era cierto que Glen no había sido "niño" en su momento y todo comportamiento tan inocente y alegre de cualquier infante le llamaba la atención y nunca llegaba a acostumbrarse a este del todo.

Llegaron hasta la planta correcta, algo de humo se filtraba por debajo de la puerta hasta el pasillo. Rebecca debía cocinar muy mal para liar tal humareda, pero dudaba de que fuera eso, aquella mujer no permitiría que nada se le chamuscara, debía de pasar algo. Apretó la mano de su hijo levemente mientras llamaba al timbre, en su imaginación solo se le ocurrían cosas disparatadas que seguramente la mujer nunca permitiría que le pasara. No hubo respuesta. Llamó de nuevo y de nuevo silencio. Aquello ya era demasiado extraño. Se agachó y tomó a su hijo por los hombros mirándole a los ojos y quizás le miró de un modo demasiado serio, poco propio en él, pues vio en Eiven una mueca de extrañeza.

- Espera aquí campeón ....

No esperó a que el niño respondiera para abrir la cerradura con un viejo truco de juventud, aquellos pisos tenían unas cerraduras pésimas en cuanto nivel de seguridad, cualquiera podía forzarlas. Al abrir todo el humo que se había acumulado en el apartamento le golpeó en la cara. Tosió e intentó  al menos despejarse los ojos para poder ver a su alrededor, no había rastro de la mujer aunque si se podía ver que se había esmerado en decorar todo, incluso en cocinar, pues supuso que la cena era la causante del humo. El crujido de algo bajo sus zapatos hizo que mirase hacia abajo, un adorno hecho añicos y ni rastro de ella.

- ¿Papi? - Eiven al final no pudo esperar y entró ante aquel humo y ese silencio-.

Caminó hasta su hijo y volvió a agacharse para mirarle de nuevo a aquellos ojos violaceos que ahora se mostraban llorosos. Su hijo era demasiado listo y no podía engañarle en aquella situación. El niño sabía que algo le había ocurrido a su madre, y seguramente ese algo no fuera algo bueno. Secó una de las emergentes lágrimas con el pulgar y le dedicó una sonrisa para tranquilizarle, aunque terminó por abrazarle.

-  Eiven... no te preocupes, seguro que no es nada y te traerá un regalo enorme en compensación....

Sabía que no se tragaría aquella mentira, pero era lo único que se le ocurrió, se separó del pequeño para apagar el horno, eso si, no lo abrió, no le apetecía volver a casa oliendo a pavo carbonizado. Volvió junto a su hijo y esta vez desaparecieron de allí.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Memories of time

- ¿Y tu quien eres?
- Soy Vincent..
- Vincent...
El niño alzó los ojos mirando a aquel muchacho, le sacaría unos 5 años no muchos más, y Zeitter había clavado sus ojos en él, le examinaba, le producía tanta curiosidad y admiración el simple echo de que ese tal Vincent no le miraba con desprecio, no parecía querer maltratarle de ningún modo. Se puso en pie y sacudió el polvo de sus raídos pantalones.
- y.. ¿qué quieres Vincent?
- sacarte de aquí...
Los ojos del pequeño Zeitter se entrecerraron y no pudo evitar recular pegando la espalda a los barrotes opuestos de su jaula. ¿Sacarle de allí? No iba a caer de nuevo en aquella trampa, todos aquellos que habían querido liberarlo era para divertirse ellos también.
- No te creo.
Vincent le dedicó una fugaz sonrisa mientras con aquellos pasadores abría la puerta de la jaula apartándose de ella, dejándole ver a aquel niño del infortunio, que no pretendía hacerle daño alguno. Zeitter desconfiado terminó saliendo despacio de aquella jaula, aquella jaula que se había convertido en su casa, pues dentro de ella el poder del pequeño era controlado. Dejó atrás aquella cárcel tambaleándose mientras su cabeza se llenaba con el sonido de cientos de relojes, cayó de rodillas y un grito salió de su garganta, sus cabellos descuidados se volvieron totalmente rojos, y el reloj de su ojo desapareció. Vincent no se acercó, contempló al pequeño que empezó a reirse en aquel susurro que era su voz, en aquel momento las campanas de la ciudad anunciaron la medianoche.
- Gracias Vincent ...
- ¿estas bien?

- Lo estaré

Echoes of the abyss 2

El sonido de las botas resonaba sobre el pavimento, ecos que ahogaba el ruido de la lluvia al caer. El tiempo atmosférico se había vuelto loco, aquel calor no era normal para estar en diciembre, era demasiado sofocante. A parte, no dejaba de llover las nubes hacían que cada noche fuera terriblemente oscura. Las noches perfectas eran como aquella, enmascaraban ruidos y sombras, ocultaban a todos aquellos amantes de lo prohibido, gente, seres, que eran despreciados a la luz del día.
El sonido de las botas cesó y el hombre que las portaba miró por un instante a su alrededor, sentía que le seguían pero no veía a nadie, ni nada. Hasta que cuando se dispuso a volver a caminar vio ante sus ojos a una niña, no tendría más de ocho años, que sollozaba por andar perdida. Aquel hombre se acercó a ella, por curiosidad más que por lástima por aquel tiempo había demasiados niños abandonados, esa niña habría corrido la misma suerte que otros. Pero la pequeña solo era un anzuelo del que se percató cuando sintió como su cinturón se aligeraba. Entonces todo cobró sentido al ver a aquel ladronzuelo salir corriendo. Otro niño no más mayor que su cómplice y en aquellos momentos ambos salieron corriendo.
No iba a dejarles escapar, aquella noche había hecho fortuna con las trampas jugando a las cartas y no iba a permitir que unos críos se quedaran con aquel tesoro.
El pequeño corría, aferraba con fuerza la bolsa de monedas contra su pecho, con lo que había en la bolsa tendría comida para dos meses, para sobrevivir, no querían el dinero para otra cosa. Llevaban tres días sin echarse nada a la boca. El grito de su compañera le hizo detenerse y mirar hacia atrás.
- GLEEEEN
Aquel hombre la había atrapado sujetándola por el cuello de su sucia camisa. La registró por completo, incluso llegó a tocar sus zonas más puras. Glen contempló aquello con horror y más cuando sintió el crujir del cuello de su amiga. Y eso le hizo inconscientemente gritar de horror, un error pues el hombre detectó su posición y ahora avanzaba hacia él. Por ello volvió a salir corriendo, la lluvia había empapado su capa lo que hacía que pesara y se liara entre sus piernas haciéndole más lento, y sintiéndolo mucho se desató esta dejándola caer sin dejar de correr. no le iban a coger, no iba a morir. Un tirón terminó metiéndole en un callejón, y una fuerte mano evitando que gritara. Pero no se asustó, quedó más tranquilo al ver a su perseguidor pasar de largo. Y entonces escuchó a su salvador.
- Escurridizo ladronzuelo ¿cuantos años tienes?
- 8...
- Eres un crío... mi nombre es For ¿Cual es el tuyo?

Glen no pudo articular palabra alguna pues, el hambre, la tensión y la fiebre que le recorría desde hacía días habían hecho que al fin se desmayara, pero al menos el niño ya estaba a salvo.

Echoes of the abyss

Habían pasado cinco años desde la última vez que se vieron. En una familia normal, en una familia unida y querida , ese tiempo lejos el uno del otro habría sido una tortura. Para Judy aquel tiempo solo era la calma que precedía la tempestad, una tempestad que había temido y que la hacía constantemente estar alerta. Era cuestión de tiempo que aquella calma se rompiera, que sus actos tuvieran sus consecuencias. no había sido una buena madre, no había sido una buena persona, no había hecho nada bien, su ego, su orgullo y sus ansias de poder habían hecho que la tranquilidad en la que vivía se rompiera en añicos.
Ya era hora de pagar por todo, los pasos de la mujer resonaban en el silencio de aquel palacete, todo el servicio parecía dormir, eso conseguía ponerla de los nervios, no había nadie despierto que pudiera velar por ella, para que pudiera pagar lo que ella había provocado.
Su mano se detuvo en el pomo de la puerta, dudó durante unos instantes y finalmente la abrió, la corriente por el viento que entraba por la ventana apagó su vela. Pero la luz de la luna era suficiente para mostrarle quien era su visitante en las sombras. Sus blanquecinos cabellos, aquellos ojos ambarinos que brillaban desde las sombras y aquel silencio penetrante que siempre conseguía crear a su alrededor. Glen. Cerrando la puerta tras ella Judy contempló a su hijo, ya no era un muchacho aquel muchacho que nunca había sido su hijo, ninguno de lo dos lo sentía así, ninguno de los dos quería que aquello cambiara.
- ¿No sabes llamar a la puerta?
- Dudaba que alguien me abriera esta.
- En eso tienes razón, no eres bienvenido en este lugar.
Contempló como su hijo quien había estado sentado en uno de sus sillones de lectura se ponía en pie para caminar por la habitación, entre las sombras. Odiaba que hiciera aquello, odiaba que todo el mundo supiera que aquel maldito ladrón, merodeador de sombras, era su hijo. Le siguió con la mirada hasta que este se detuvo frente a ella. Por unos instantes bajo su mirada Judy se sintió terriblemente pequeña.
- Fue tu culpa, está muerta por tu culpa.
- Fue suya al ponerse en medio de todo lo que a ella no le incumbía.
- Era tu hija.
- Tu melliza... ¿no estas contento Glen? Por tu culpa he perdido a mi hija, y no contento con eso también me robaste a mi hijo.
- Jamás pensé que pudiera odiar a alguien como te odio a ti.
- ¿No tienes nada que robar?
- Lo tengo... ¿dónde están?
- Nunca pondrás tus zarpas sobre ellos, no eres más que una rata callejera.

Le mantenía la mirada fija en sus ojos, no quería que la viera temblar, no quería que sintiera su debilidad, sabía que Glen buscaba lo único que le quedaba de la ingenua y tonta de su hija. No lo iba a permitir, y por suerte él no sabía aún de lo que era capa, él se creía un simple ladrón. El sonido de una caja de música si hizo que la mujer al fin mirase el suelo y se abalanzara sobre su hijo para recuperar el objeto que este tenía en sus manos. Sin resultado.



jueves, 29 de mayo de 2014

Encadenado

Aquella casa se mantenía en el silencio que Zeit siempre adoraba, miraba cada una de las cajas, si que tenían tonterías aquellas dos. Durante unos segundos se quedó mirando una nota sobre las cajas, allí había escrita una serie de señas, allí tendrían que mandar todas aquellas cajas. Pero claro no iba a hacer todo el trabajo él solo, no iba a empezar sin el novio de la cría. No sabía a la hora que aquel hombre llegaría, pues seguía sin poder verlo, y eso le angustiaba ¿estaría fallando su poder? Si eso era así significaba que un nuevo dios del tiempo había nacido en su panteón y podía llegar a vencerlo.
Suspiró sentándose en una de las sillas y poniendo los pies sobre una de las cajas, le tocaría esperar. No esperó demasiado, unos 10 minutos cuando sintió que la puerta se abría, ya era hora de que llegara. Se aclaró la garganta con un carraspeo; para intentar alzar la voz sin que su garganta se quejara demasiado.

- Ni la cría ni su novio son puntuales....

Antes de que pudiera darse la vuelta escuchó un ¡Click! en su cuello, y el suave susurro de Elliot.

- Siento haberme demorado tanto, no sabía como presentarme ante ti...

La voz de Elliot sonaba, dulce, melosa y carente de vida, Zeit se puso en pie y agarró su bastón asestándole un golpe en el cuello a su abuelo, la calavera que adornaba el cabezal de este logró hacerle una herida, una especie de corte que no sangró. El pánico y la ansiedad se apoderaron del dios, que antes que pudiera reaccionar ante su descubrimiento recibía un golpe, un golpe que hizo que su nariz comenzara a sangrar y esta sangre manchara el suelo. Elliot al ver su expresión de pánico no pudo hacer otra cosa que reír, y cuando vio que el albino se disponía de nuevo a golpearle simplemente ordenó.

- No me ataques

Zeit exhaló una especie de grito, pues notaba como aquella especie de collar que Elliot le había puesto comenzaba a oprimirle el cuello, dejándole poco a poco sin respiración, hasta que se vio obligado a tirar su bastón, y aquella opresión en su cuello desapareció, y la ansiedad en su pecho aumentó.

- ¿qué es esto?

Logró musitar, un susurro ronco, pues la garganta, bien sabido era por Elliot que su garganta era un gran punto débil, sus ojos se habían comenzado a llenar de lagrimas pues le escocían, siempre que lloraba lo hacían, y le era muy desagradable, pero aquello ahora mismo no lo lograba sentir, solo quería que Elliot le explicara que demonios le había hecho.

- Ahora eres mio, mi títere, estas obligado a hacer todo lo que yo desee, dale las gracias a tu querida hermanita...

Elliot se lo explicó de forma sencilla, ya iría el muchacho comprendiendo poco a poco que le había hecho, como le había logrado fastidiar la vida solo poniéndole cara de angelito a Afrodita.

- No te voy a encerrar en una jaula, por ahora... eres mío, harás lo que te ordene, y espero que lo hagas de un modo fácil y no me obligues a castigarte, por ahora mis únicas ordenes son sencillas, une tus dos mitades, y despídete de tu mundo, pues no quiero que te refugies en él, nadie debe saber lo que te he hecho.


Elliot no dijo mucho más con aquello había bastado para que el muchacho se hundiera, y un sentimiento de odio hacia Alice creciera dentro de él  ¿cómo había podido traicionarle de aquella manera? Elliot se desvaneció de aquel lugar, y el muchacho tapando su sangrante nariz puro rumbo a tu templo, pues ahora aquellas visiones cobraban sentido, y tenía mucho miedo.

miércoles, 12 de marzo de 2014

La segunda visión.

Aquel templo siempre parecía permanecer en el mismo estado, sus innumerables pasillos de columnas no tenían ni una simple mota de polvo que pudiera perturbar el blancor del mármol del que estaban construidos, realmente era un interminable bosque de columnas, donde si mirabas al techo veías lo que venía siendo la imagen de un cielo, en blanco y negro con grandes nubes contrastadas por estar a contra luz con el sol, aunque claro, todo era una ilusión creada por el dios que siempre deambulaba por allí.
Al final de toda aquella columnata allí estaba el muchacho entado en aquel blanquecino trono ante su espejo, evidentemente no era un espejo cualquiera, era una especie pila, llena de un agua cristalina donde al menos el dios del tiempo podía ver perfectamente el pasado, presente y los distintos futuros que barajaba el destino. Pero allí en aquel trono no se encontraba el dios que debía, sino que estaba aquel gato suyo, Cabrón, digo Carbón, ese gato delgaducho negro que no paraba de temblar conforme le entraba alguna brisa.
Zeit estaba mucho más adentro, en aquella parte del templo que parecía una vivienda, pues aunque era un dios no iba a estar todo el tiempo entado en un duro trono, claro que no, estaba en aquella parte del templo, sentado en el suelo mientras leía bastante entretenido un libro escrito por algún mundano que seguramente ya había muerto. La estampa rebosaba tranquilidad, y solo se escuchaba aquel ruido de reloj que parecía nunca cesar y el pasar de las paginas cuando el albino muchacho terminaba de leer una página.
Desgraciadamente esa tranquilidad se rompió cuando el dios abrió los ojos de golpe, pues parecía que en su mente se dibujaba una visión.

" Zeit miraba arrinconado desde aquella celda a su alrededor, el suelo de aquella prisión parecía estar manchado con su propia sangre, pero su visión estaba nublada ¿qué le pasaba en los ojos? Se llevó las manos a lo ojos, y entonces vio aquellas cadenas en sus muñecas y quedó vagamente paralizado hasta que sintió una gota de sangre caer de sus ojos hasta su mano izquierda, entonces gritó"

Y aquel grito no se escuchó solamente en aquella visión, en aquella sala donde se encontraba Zeit parecía completamente ido, sus ojos se mostraban blancos y no mostraban ni siquiera aquel reloj que tanto le caracterizaba, aquel grito parecía haber descargado parte de energía pues había mandado todo lo que tenía delante contra la pared, pero la visión parecía seguir.

"Un leve temblor se apoderó de él, y tras ese grito la garganta parecía arderle, pero haciendo un acopio de fuerzas intentó gatear hasta aquellos barrotes, para intentar reconocer aquel lugar, y por el pasillo de aquella prisión vio una sombra y escuchó una risa, una sombra y una risa, pero sabía que era una sombra pues ese ser escapaba a su poder de visión ¿Quien demonios era? ¿sería la misma persona que le dejó sin su amada Arcadia? Pese al temblor se llevó las manos a la cabeza intentando forzar su poder innato, pero no podía ver nada más que la estancia que le rodeaba. Entonces apoyó la cabeza entre dos de los barrotes, sintiendo el agradable frió de estos sobre la piel, y fue cuando alzó la mirada para ver la fila de celdas que había frente a la suya. Eran mucho más pequeñas, y parecían estar ocupadas ¿quien compartiría su desgracia? Intentando aclararse la sangre de los ojos con una manga ya algo ajironada forzó lo que le quedaba de visión para reconocer a aquellas personas, frente a él cara a cara se encontraba Alice, oh pobre niña, pues no parecía tener muy buen aspecto, aunque tampoco era una niña ya, en la celda de al lado aquella mujer, ¿estaba embarazada? Al estar más lejos y sus ojos medio ciegos no pudo reconocerla, pero al otro lado de Alice había alguien más. Y esta vez la angustia se apodero de él, de tal modo que comenzó a arañarse él mismo los ojos, en un arranque de locura y pánico, queriendo así acabar con aquella horrible visión. Si ella estaba allí ¿donde estaba la pequeña? ¿donde estaba su Alicia? Lo ojos comenzaron a escocerle, y quizás por la perdida de sangre o porque la visión terminaba Zeit cayó en el suelo murmurando un nombre"

- Lyriel....

Al terminar aquella visión pareció que volvió en si mirando entonces sus manos, sus muñecas estaban bien, su ropa estaba intacta aunque sintió como una pequeña gota de sangre caía a su mano, y aunque se asustó no venía de sus ojos, sino de su nariz, y fue entonces cuando miró a su alrededor, Mad Hatter había salido como si inconscientemente le hubiera invocado y todo aquel lugar parecía haber sufrido un terremoto o algo por el estilo, pues claro esta que él no se había dado cuenta de que aquello lo había hecho él mismo. Cogió aire abrazándose sus propias rodillas y hundiendo la cabeza en estas, ahora solo quería que esa horrible visión no fuera cierta, pues ya había tenido suficiente con la de Zeit, y es que el muchacho nunca solía mirar su propio futuro, y por ello aquello le aterrorizaba, tanto que no se percató en que el sonido del reloj se había detenido y que alguien entraba en su templo-

viernes, 7 de marzo de 2014

El pasado más reciente

Nada podía expresar el alivio que sintió cuando su cuerpo de nuevo apareció en aquella casa del árbol, las plumas de Raven inundaban toda la sala que hacía de aquel salón, gracias a Glen tenía una oportunidad de nuevo para danzar por aquel mundo, pues si por Alyss hubiera sido habría acabado siendo otro ser del Abismo. Cuando sus ojos se acostumbraron de nuevo a la luz, y sintió que las fuerzas volvían a él se puso en pie pues no debía de perder tiempo, debía salvarla de aquella gente que decía ser su familia. aunque a decir verdad sentía todo el cuerpo dolorido, pero estaba empeñado y no pararía hasta conseguir su propósito.

Una risa resonó por aquella vacía estancia, bueno, si esa risa no era producto de su locura aquel lugar no estaría del todo vacío, por ello miró hacia su alrededor hasta volver a escuchar esa risa y entonces mirar hacia el techo, y allí sentado en una de sus vigas como si fuera el más cómodo de los sillones estaba Petter, al cual parecía divertirle algo. Gilbert frunció el ceño al verle allí, pues era evidente que no esperaba que aquel loco sombrerero deambulara por su casa.

- ¿Qué haces aquí? - la pregunta no iba de malas y esperaba que el pelirrojo lo entendiera-
- Gilbert Gilbert.... la bruja a ardido... perderás el tiempo si intentas rescatarla como si fuera una princesa, pues las cenizas no son rescatables.

Petter sabía bastante bien que la zorrita de su hermanastro no había muerto, pero claro estaba que era mucho más divertido que él pensara que si, y que ella lo diera todo por perdido, era tan divertido el dolor ajeno. Gilbert por el contrario no se tomó tan bien la noticia, no le divertía ni lo más mínimo saber que ella había muerto. Calló de rodillas profiriendo un grito de impotencia que resonaría por todo el bosque, in prestarle más atención a Petter, que con una macabra y burlona sonrisa se evaporó de allí como si nunca hubiera estado en aquel lugar, dejando pues a Gilbert que no podía contener aquellas lágrimas que empezaban a brotar de sus ojos sin control alguno.

sábado, 15 de febrero de 2014

La soledad de la mente 4 Neo

Aquel lugar siempre le había recordado al limbo, el limbo, un territorio entre la vida y la muerte ¿ podría decirse que estaba vivo en ese estado? No claro que no, pero tampoco estaba muerto. Todas aquellas medicinas, todas aquellas drogas le hacían estar en un limbo. Un limbo que le dejaba atontado acurrucado en un rincón a solas con su pensamiento. Su pensamiento que hacía que esas cuatro paredes blancas se trasformaran, y eran un bosque, un bosque enorme y hermoso y él no era él era un cuervo posado en una rama, una rama  que se reflejaba en el agua, y ese reflejo suyo en el liquido le hacía quedarse completamente embobado.
Pensamientos tranquilos, gracias a la medicación que le hacían estar en aquel estado de calma permanente, una calma que parecía que era inquebrantable. Claro esta que aquel efecto se iba pasando, y con él aquella imagen idílica en el interior de su mente, ya que su reflejo quedó transformado, de tal manera que de su garganta salió un grito de pavor, como si a los mismos ojos del miedo hubiera mirado. Y comenzó a darle puñetazos al suelo, sin importarle el dolor pues no lo sentía, él solo quería que aquella aterradora imagen se borrara del reflejo, pues él no era ese ser, no, él era un cuervo un hermoso cuervo.
Finalmente los gritos hicieron que los enfermeros y un médico entraran en aquella habitación, sujetándole con fuerza para que no se revelara ante aquella inyección. Pero Neo no los veía eran las ramas de ese árbol las que ahora les impedían seguir golpeando el agua, hasta que sintió aquel pinchazo. Aquel simple dolor le hizo volver a la realidad, ver sangre en el suelo y a los hombre que le sujetaban, y volvió a asustarse, pero no pudo gritar ya que aquel calmante funcionaba rápido y estaba cayendo a los brazos del sueño, cosa que los enfermeros aprovecharon para asi poder curar sus nudillos, quizás lo mejor era sujetar a aquel interno, pues no era la primera vez que se hería sin llegar a ser consciente de ello.

sábado, 8 de febrero de 2014

La soledad de la mente 3 Elliot


¿Cuantos días había pasado desde la última visita de Moira? El control del tiempo era bastante difícil en aquel sitio, un sitio que estaba y no estaba en la tierra y que él sentía como si no estuviera en ninguna parte. Oh que listo fue Glen al crear al Abyss. Carraspeó para aclararse la garganta mientras abría los ojos y miraba al techo, durante siglos se había acostumbrado a dormir en el suelo, una extraña afición sin duda, pero el maldito alquimista no había considerado ponerle una cama en su prisión. La luz del sol se filtraba por las rendijas de aquella parte del muro que daba a la tierra. Al menos sabía que era de día, eso ya era algo.
Si Moira no aparecía eso solo querría decir que no había ninguna novedad de lo que informarle, una lastima pues ese crío, ese Vincent Baskerville era un valioso enlace hasta Petter. Pero arg! malditos Baskervilles ellos le habían jodido su vida y no pararía en maldecir el día en que su hermana decidió unir su vida con las de ellos; pero tanto tiempo allí encerrado solo había servido para que su odio fuera aumentando y que sus ganas de venganza fueran creciendo, y conseguiría vengarse solo tenía que recuperarle a él, al tiempo. Aunque sabía que eso de atrapar a su nieto estaba complicado y más sin un Baskerville que le abriera aquella maldita prisión para dejarle libre.
Aburrido se levantó de aquel frío suelo de mármol, la verdad es que aquel palacio había sido toda una obra de arte, hasta que pasó lo que pasó, le resultaba curioso lo que un humano había llegado a conseguir, y él conseguiría mucho más conseguiría acabar con aquella familia, y no descansaría hasta ver el cuerpo de Glen reducido a cenizas, oh que dulce sueño era aquella visión, y que rabia daba estar allí encerrado sin poder cumplirla. Pero sabía, sentía que iba a quedar muy poco para poder ser libre, una extraña corazonada se lo decía.

La soledad de la mente 2 Petter

Pocas veces visitaba el mundo mortal era cierto; pero en algunas ocasiones le gustaba estar rodeado de gente a pesar de que siempre se sentía terriblemente solo. La soledad no era algo que le molestara, había nacido con ella y muchas veces su mayor terror era que se acabara aquella
soledad. Pero ahora no pensaba en aquello solo recorría las calles silbando una animada melodía mientras caminaba. Cuando los escaparates de la ciudad reflejaban su figura no podía evitar sonreír, le gustaba aquel aspecto joven, tenía cierto aire su familia paterna, concretamente a su tío Alocer. Aquel aspecto era perfecto, al menos para él pues la verdad es que estaba bastante delgado pero a Petter le gustaba colarse en todo lugar, era algo inquieto sobre todo cuando aquellas vocecitas de su cabeza no se callaban y pese a que podía ver que había en todos los lugares en los que quería colarse nunca lo hacían le gustaban las sorpresas.
Ese día no llevaba su sombrero ni uno de sus trajes extravagantes, unos simples pantalones negros y una camisa del mismo color que hacía que su pelo rojizo resaltara en cierto modo. La gente paseaba a su lado sin percatarse de quien era él y eso le llegaba a encantar, nadie le miraba raro por sus ojos bicolores, todo el mundo pensaba que serían unas lentillas por el brillo cristalino que estos tenían. claro los jóvenes de estos tiempos eran bastante curiosos y se ponían pintas aun más extrañas que las suyas, que rara era la gente.
La melodía que salía de sus labios se detuvo por completo cuando una imagen apareció en su cabeza, era él mismo, con los ojos amoratados y rodado de una extraña neblina. Se llevó una mano al pecho cuando la imagen desapareció de su cabeza e intentó mirar a su futuro pero todo estaba borroso y solo se podía ver a él en aquel lugar y de aquella manera nada más ¿quien demonios le haría aquello? Frunció el ceño angustiado y en ese momento verse rodeado de tanta gente le angustió, le angustió de tal manera que sin pensarlo detuvo el tiempo, apenas unos segundos, los suficientes para volver al otro lado del espejo.

La soledad de la mente 1 Vincent

¿Qué hora era? no tenía ni idea, y seguro que si Petter supiese de esa duda no habría dudado en pegarle. Era sábado y la verdad es que no sabía si habría alguien esperándole en casa, y si lo había no le haría gracia que desde la noche anterior estuviera fuera. Pero aunque lo negara en muchas ocasiones necesitaba estar solo y ese día se escapó de todo cuando una punzada le atravesó el pecho, aquel reloj que le unía a Eques había avanzado otro paso. Hace semanas era un adulto y ahora por capricho del dios del tiempo era de nuevo un maldito crío. Suspiró profundamente para intentar no aterrarse ante el avance de ese reloj, intentó pensar en otras cosas pero todo lo que le rodeaba era un caos de sentimientos y emociones. A decir verdad aquel puente a aquella hora era el lugar más solitario que conocía perfecto para estar a solas contigo mismo ¿no? Se sentó en su filo mirando la punta de sus zapatillas mientras se encendía un cigarrillo dando una profunda primera calada. La verdad es que después de todo le gustaba ser joven de nuevo aunque sentimientos de culpa fueran ligados a ello. Cerró los ojos dejando que el humo bañara sus pulmones ¿Era hora de volver? no quería hacerlo no quería que la culpa y el terror poseyeran su alma, pero que demonios tantas horas sin ella y sin estar colocado eran inaguantables, solo un susurro y Eques le llevó a ese loft que ya tenía las paredes pintarrajeadas ahora era mucho menos pijo. Tomo aire y miró a su alrededor.
- ¿Hola?