miércoles, 5 de noviembre de 2014

Echoes of the abyss

Habían pasado cinco años desde la última vez que se vieron. En una familia normal, en una familia unida y querida , ese tiempo lejos el uno del otro habría sido una tortura. Para Judy aquel tiempo solo era la calma que precedía la tempestad, una tempestad que había temido y que la hacía constantemente estar alerta. Era cuestión de tiempo que aquella calma se rompiera, que sus actos tuvieran sus consecuencias. no había sido una buena madre, no había sido una buena persona, no había hecho nada bien, su ego, su orgullo y sus ansias de poder habían hecho que la tranquilidad en la que vivía se rompiera en añicos.
Ya era hora de pagar por todo, los pasos de la mujer resonaban en el silencio de aquel palacete, todo el servicio parecía dormir, eso conseguía ponerla de los nervios, no había nadie despierto que pudiera velar por ella, para que pudiera pagar lo que ella había provocado.
Su mano se detuvo en el pomo de la puerta, dudó durante unos instantes y finalmente la abrió, la corriente por el viento que entraba por la ventana apagó su vela. Pero la luz de la luna era suficiente para mostrarle quien era su visitante en las sombras. Sus blanquecinos cabellos, aquellos ojos ambarinos que brillaban desde las sombras y aquel silencio penetrante que siempre conseguía crear a su alrededor. Glen. Cerrando la puerta tras ella Judy contempló a su hijo, ya no era un muchacho aquel muchacho que nunca había sido su hijo, ninguno de lo dos lo sentía así, ninguno de los dos quería que aquello cambiara.
- ¿No sabes llamar a la puerta?
- Dudaba que alguien me abriera esta.
- En eso tienes razón, no eres bienvenido en este lugar.
Contempló como su hijo quien había estado sentado en uno de sus sillones de lectura se ponía en pie para caminar por la habitación, entre las sombras. Odiaba que hiciera aquello, odiaba que todo el mundo supiera que aquel maldito ladrón, merodeador de sombras, era su hijo. Le siguió con la mirada hasta que este se detuvo frente a ella. Por unos instantes bajo su mirada Judy se sintió terriblemente pequeña.
- Fue tu culpa, está muerta por tu culpa.
- Fue suya al ponerse en medio de todo lo que a ella no le incumbía.
- Era tu hija.
- Tu melliza... ¿no estas contento Glen? Por tu culpa he perdido a mi hija, y no contento con eso también me robaste a mi hijo.
- Jamás pensé que pudiera odiar a alguien como te odio a ti.
- ¿No tienes nada que robar?
- Lo tengo... ¿dónde están?
- Nunca pondrás tus zarpas sobre ellos, no eres más que una rata callejera.

Le mantenía la mirada fija en sus ojos, no quería que la viera temblar, no quería que sintiera su debilidad, sabía que Glen buscaba lo único que le quedaba de la ingenua y tonta de su hija. No lo iba a permitir, y por suerte él no sabía aún de lo que era capa, él se creía un simple ladrón. El sonido de una caja de música si hizo que la mujer al fin mirase el suelo y se abalanzara sobre su hijo para recuperar el objeto que este tenía en sus manos. Sin resultado.



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