jueves, 25 de diciembre de 2014

Smoky Christmas‎

Lo peor de aquella custodia compartida con su hijo, era aquel día, en cuanto el reloj marcara las diez de la noche tenía que llevar al pequeño junto con su madre. La pequeña Cora seguramente no se lo tomaría demasiado bien, pero pelearse con Rebecca por darle a Eiven un día de navidad sin traqueteos era un dolor de cabeza que le resultaba innecesario tanto para él como para el pequeño. Suficiente tirria le había cogido ya la mujer como para provocarla más, aunque eso en su cabeza era hasta divertido. Pero para Eiven, era mejor no ver a sus padres discutir continuamente. No había que ser demasiado inteligente para ver como afectaba eso al niño.

Diez menos cuarto, Glen apartó la mirada del reloj para fijarla en su hijo, estaba tirado en el suelo jugando con el resto de niños y con algunos de los animales de Gilbert. Aquella reunión familiar no parecía ser el desastre que eran la mayoría, incluso Revi se comportaba, aunque en algunas ocasiones le había dado aquella risa inquietante suya. Y ahora debía de arrancar a su hijo de aquel ambiente tan agradable y familiar para llevarle al nuevo tugurio donde vivía su madre. Solo un trago le bastó para terminarse la copa y caminar hacia su hijo. 

Eiven ya sabía de sobra lo que tocaba, por eso cuando le vio acercarse se puso en pie y se sacudió la ropa que tenía llena de pelos de gato y cogió un paquete que había dejado en un lugar seguro. Glen recordaba muy bien aquella semana recorriendo mil lugares diferentes solo para que el pequeño le encontrara un regalo a su madre, una semana agotadora pero el niño era detallista como nadie con su madre, suponía que era su forma de decirle que la echaba de menos. Glen sujetó el paquete para que se pusiera el abrigo, pues la verdad es que Glen dudaba bastante que en aquel piso donde el pequeño dormiría, hubiera calefacción.

Y llegó el momento en el que el niño comenzó a despedirse de toda aquella familia que se quedaría siguiendo con aquella cena, Comenzó con los niños y acabó repartiendo cariñosos besos a todos los adultos, bueno, a casi todos. Después de aquello tanto Glen como Eiven se marcharon de allí.

- ¿Crees que le gustará el regalo papá? - la voz del niño resonó por primera vez cuando atravesaron el portal de aquel edificio. Durante todo el camino había ido en silencio, pensando en dios sabe que-.

- Claro ¿Ahora dudas? - Claro que le gustaria, o al menos esperaba que como toda madre corriente Rebecca llegara a fingir un poco de entusiasmo por aquel regalo.

Parecía que aquella respuesta había bastado para complacer al niño, que sonriente abrazaba el regalo. Glen esbozó una simple media sonrisa mientras subía las escaleras. Le hacía bastante gracia el entusiasmo del niño por algo tan simple. También era cierto que Glen no había sido "niño" en su momento y todo comportamiento tan inocente y alegre de cualquier infante le llamaba la atención y nunca llegaba a acostumbrarse a este del todo.

Llegaron hasta la planta correcta, algo de humo se filtraba por debajo de la puerta hasta el pasillo. Rebecca debía cocinar muy mal para liar tal humareda, pero dudaba de que fuera eso, aquella mujer no permitiría que nada se le chamuscara, debía de pasar algo. Apretó la mano de su hijo levemente mientras llamaba al timbre, en su imaginación solo se le ocurrían cosas disparatadas que seguramente la mujer nunca permitiría que le pasara. No hubo respuesta. Llamó de nuevo y de nuevo silencio. Aquello ya era demasiado extraño. Se agachó y tomó a su hijo por los hombros mirándole a los ojos y quizás le miró de un modo demasiado serio, poco propio en él, pues vio en Eiven una mueca de extrañeza.

- Espera aquí campeón ....

No esperó a que el niño respondiera para abrir la cerradura con un viejo truco de juventud, aquellos pisos tenían unas cerraduras pésimas en cuanto nivel de seguridad, cualquiera podía forzarlas. Al abrir todo el humo que se había acumulado en el apartamento le golpeó en la cara. Tosió e intentó  al menos despejarse los ojos para poder ver a su alrededor, no había rastro de la mujer aunque si se podía ver que se había esmerado en decorar todo, incluso en cocinar, pues supuso que la cena era la causante del humo. El crujido de algo bajo sus zapatos hizo que mirase hacia abajo, un adorno hecho añicos y ni rastro de ella.

- ¿Papi? - Eiven al final no pudo esperar y entró ante aquel humo y ese silencio-.

Caminó hasta su hijo y volvió a agacharse para mirarle de nuevo a aquellos ojos violaceos que ahora se mostraban llorosos. Su hijo era demasiado listo y no podía engañarle en aquella situación. El niño sabía que algo le había ocurrido a su madre, y seguramente ese algo no fuera algo bueno. Secó una de las emergentes lágrimas con el pulgar y le dedicó una sonrisa para tranquilizarle, aunque terminó por abrazarle.

-  Eiven... no te preocupes, seguro que no es nada y te traerá un regalo enorme en compensación....

Sabía que no se tragaría aquella mentira, pero era lo único que se le ocurrió, se separó del pequeño para apagar el horno, eso si, no lo abrió, no le apetecía volver a casa oliendo a pavo carbonizado. Volvió junto a su hijo y esta vez desaparecieron de allí.

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