miércoles, 5 de noviembre de 2014

Memories of time

- ¿Y tu quien eres?
- Soy Vincent..
- Vincent...
El niño alzó los ojos mirando a aquel muchacho, le sacaría unos 5 años no muchos más, y Zeitter había clavado sus ojos en él, le examinaba, le producía tanta curiosidad y admiración el simple echo de que ese tal Vincent no le miraba con desprecio, no parecía querer maltratarle de ningún modo. Se puso en pie y sacudió el polvo de sus raídos pantalones.
- y.. ¿qué quieres Vincent?
- sacarte de aquí...
Los ojos del pequeño Zeitter se entrecerraron y no pudo evitar recular pegando la espalda a los barrotes opuestos de su jaula. ¿Sacarle de allí? No iba a caer de nuevo en aquella trampa, todos aquellos que habían querido liberarlo era para divertirse ellos también.
- No te creo.
Vincent le dedicó una fugaz sonrisa mientras con aquellos pasadores abría la puerta de la jaula apartándose de ella, dejándole ver a aquel niño del infortunio, que no pretendía hacerle daño alguno. Zeitter desconfiado terminó saliendo despacio de aquella jaula, aquella jaula que se había convertido en su casa, pues dentro de ella el poder del pequeño era controlado. Dejó atrás aquella cárcel tambaleándose mientras su cabeza se llenaba con el sonido de cientos de relojes, cayó de rodillas y un grito salió de su garganta, sus cabellos descuidados se volvieron totalmente rojos, y el reloj de su ojo desapareció. Vincent no se acercó, contempló al pequeño que empezó a reirse en aquel susurro que era su voz, en aquel momento las campanas de la ciudad anunciaron la medianoche.
- Gracias Vincent ...
- ¿estas bien?

- Lo estaré

Echoes of the abyss 2

El sonido de las botas resonaba sobre el pavimento, ecos que ahogaba el ruido de la lluvia al caer. El tiempo atmosférico se había vuelto loco, aquel calor no era normal para estar en diciembre, era demasiado sofocante. A parte, no dejaba de llover las nubes hacían que cada noche fuera terriblemente oscura. Las noches perfectas eran como aquella, enmascaraban ruidos y sombras, ocultaban a todos aquellos amantes de lo prohibido, gente, seres, que eran despreciados a la luz del día.
El sonido de las botas cesó y el hombre que las portaba miró por un instante a su alrededor, sentía que le seguían pero no veía a nadie, ni nada. Hasta que cuando se dispuso a volver a caminar vio ante sus ojos a una niña, no tendría más de ocho años, que sollozaba por andar perdida. Aquel hombre se acercó a ella, por curiosidad más que por lástima por aquel tiempo había demasiados niños abandonados, esa niña habría corrido la misma suerte que otros. Pero la pequeña solo era un anzuelo del que se percató cuando sintió como su cinturón se aligeraba. Entonces todo cobró sentido al ver a aquel ladronzuelo salir corriendo. Otro niño no más mayor que su cómplice y en aquellos momentos ambos salieron corriendo.
No iba a dejarles escapar, aquella noche había hecho fortuna con las trampas jugando a las cartas y no iba a permitir que unos críos se quedaran con aquel tesoro.
El pequeño corría, aferraba con fuerza la bolsa de monedas contra su pecho, con lo que había en la bolsa tendría comida para dos meses, para sobrevivir, no querían el dinero para otra cosa. Llevaban tres días sin echarse nada a la boca. El grito de su compañera le hizo detenerse y mirar hacia atrás.
- GLEEEEN
Aquel hombre la había atrapado sujetándola por el cuello de su sucia camisa. La registró por completo, incluso llegó a tocar sus zonas más puras. Glen contempló aquello con horror y más cuando sintió el crujir del cuello de su amiga. Y eso le hizo inconscientemente gritar de horror, un error pues el hombre detectó su posición y ahora avanzaba hacia él. Por ello volvió a salir corriendo, la lluvia había empapado su capa lo que hacía que pesara y se liara entre sus piernas haciéndole más lento, y sintiéndolo mucho se desató esta dejándola caer sin dejar de correr. no le iban a coger, no iba a morir. Un tirón terminó metiéndole en un callejón, y una fuerte mano evitando que gritara. Pero no se asustó, quedó más tranquilo al ver a su perseguidor pasar de largo. Y entonces escuchó a su salvador.
- Escurridizo ladronzuelo ¿cuantos años tienes?
- 8...
- Eres un crío... mi nombre es For ¿Cual es el tuyo?

Glen no pudo articular palabra alguna pues, el hambre, la tensión y la fiebre que le recorría desde hacía días habían hecho que al fin se desmayara, pero al menos el niño ya estaba a salvo.

Echoes of the abyss

Habían pasado cinco años desde la última vez que se vieron. En una familia normal, en una familia unida y querida , ese tiempo lejos el uno del otro habría sido una tortura. Para Judy aquel tiempo solo era la calma que precedía la tempestad, una tempestad que había temido y que la hacía constantemente estar alerta. Era cuestión de tiempo que aquella calma se rompiera, que sus actos tuvieran sus consecuencias. no había sido una buena madre, no había sido una buena persona, no había hecho nada bien, su ego, su orgullo y sus ansias de poder habían hecho que la tranquilidad en la que vivía se rompiera en añicos.
Ya era hora de pagar por todo, los pasos de la mujer resonaban en el silencio de aquel palacete, todo el servicio parecía dormir, eso conseguía ponerla de los nervios, no había nadie despierto que pudiera velar por ella, para que pudiera pagar lo que ella había provocado.
Su mano se detuvo en el pomo de la puerta, dudó durante unos instantes y finalmente la abrió, la corriente por el viento que entraba por la ventana apagó su vela. Pero la luz de la luna era suficiente para mostrarle quien era su visitante en las sombras. Sus blanquecinos cabellos, aquellos ojos ambarinos que brillaban desde las sombras y aquel silencio penetrante que siempre conseguía crear a su alrededor. Glen. Cerrando la puerta tras ella Judy contempló a su hijo, ya no era un muchacho aquel muchacho que nunca había sido su hijo, ninguno de lo dos lo sentía así, ninguno de los dos quería que aquello cambiara.
- ¿No sabes llamar a la puerta?
- Dudaba que alguien me abriera esta.
- En eso tienes razón, no eres bienvenido en este lugar.
Contempló como su hijo quien había estado sentado en uno de sus sillones de lectura se ponía en pie para caminar por la habitación, entre las sombras. Odiaba que hiciera aquello, odiaba que todo el mundo supiera que aquel maldito ladrón, merodeador de sombras, era su hijo. Le siguió con la mirada hasta que este se detuvo frente a ella. Por unos instantes bajo su mirada Judy se sintió terriblemente pequeña.
- Fue tu culpa, está muerta por tu culpa.
- Fue suya al ponerse en medio de todo lo que a ella no le incumbía.
- Era tu hija.
- Tu melliza... ¿no estas contento Glen? Por tu culpa he perdido a mi hija, y no contento con eso también me robaste a mi hijo.
- Jamás pensé que pudiera odiar a alguien como te odio a ti.
- ¿No tienes nada que robar?
- Lo tengo... ¿dónde están?
- Nunca pondrás tus zarpas sobre ellos, no eres más que una rata callejera.

Le mantenía la mirada fija en sus ojos, no quería que la viera temblar, no quería que sintiera su debilidad, sabía que Glen buscaba lo único que le quedaba de la ingenua y tonta de su hija. No lo iba a permitir, y por suerte él no sabía aún de lo que era capa, él se creía un simple ladrón. El sonido de una caja de música si hizo que la mujer al fin mirase el suelo y se abalanzara sobre su hijo para recuperar el objeto que este tenía en sus manos. Sin resultado.