sábado, 8 de febrero de 2014

La soledad de la mente 1 Vincent

¿Qué hora era? no tenía ni idea, y seguro que si Petter supiese de esa duda no habría dudado en pegarle. Era sábado y la verdad es que no sabía si habría alguien esperándole en casa, y si lo había no le haría gracia que desde la noche anterior estuviera fuera. Pero aunque lo negara en muchas ocasiones necesitaba estar solo y ese día se escapó de todo cuando una punzada le atravesó el pecho, aquel reloj que le unía a Eques había avanzado otro paso. Hace semanas era un adulto y ahora por capricho del dios del tiempo era de nuevo un maldito crío. Suspiró profundamente para intentar no aterrarse ante el avance de ese reloj, intentó pensar en otras cosas pero todo lo que le rodeaba era un caos de sentimientos y emociones. A decir verdad aquel puente a aquella hora era el lugar más solitario que conocía perfecto para estar a solas contigo mismo ¿no? Se sentó en su filo mirando la punta de sus zapatillas mientras se encendía un cigarrillo dando una profunda primera calada. La verdad es que después de todo le gustaba ser joven de nuevo aunque sentimientos de culpa fueran ligados a ello. Cerró los ojos dejando que el humo bañara sus pulmones ¿Era hora de volver? no quería hacerlo no quería que la culpa y el terror poseyeran su alma, pero que demonios tantas horas sin ella y sin estar colocado eran inaguantables, solo un susurro y Eques le llevó a ese loft que ya tenía las paredes pintarrajeadas ahora era mucho menos pijo. Tomo aire y miró a su alrededor.
- ¿Hola?

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