sábado, 8 de febrero de 2014

La soledad de la mente 2 Petter

Pocas veces visitaba el mundo mortal era cierto; pero en algunas ocasiones le gustaba estar rodeado de gente a pesar de que siempre se sentía terriblemente solo. La soledad no era algo que le molestara, había nacido con ella y muchas veces su mayor terror era que se acabara aquella
soledad. Pero ahora no pensaba en aquello solo recorría las calles silbando una animada melodía mientras caminaba. Cuando los escaparates de la ciudad reflejaban su figura no podía evitar sonreír, le gustaba aquel aspecto joven, tenía cierto aire su familia paterna, concretamente a su tío Alocer. Aquel aspecto era perfecto, al menos para él pues la verdad es que estaba bastante delgado pero a Petter le gustaba colarse en todo lugar, era algo inquieto sobre todo cuando aquellas vocecitas de su cabeza no se callaban y pese a que podía ver que había en todos los lugares en los que quería colarse nunca lo hacían le gustaban las sorpresas.
Ese día no llevaba su sombrero ni uno de sus trajes extravagantes, unos simples pantalones negros y una camisa del mismo color que hacía que su pelo rojizo resaltara en cierto modo. La gente paseaba a su lado sin percatarse de quien era él y eso le llegaba a encantar, nadie le miraba raro por sus ojos bicolores, todo el mundo pensaba que serían unas lentillas por el brillo cristalino que estos tenían. claro los jóvenes de estos tiempos eran bastante curiosos y se ponían pintas aun más extrañas que las suyas, que rara era la gente.
La melodía que salía de sus labios se detuvo por completo cuando una imagen apareció en su cabeza, era él mismo, con los ojos amoratados y rodado de una extraña neblina. Se llevó una mano al pecho cuando la imagen desapareció de su cabeza e intentó mirar a su futuro pero todo estaba borroso y solo se podía ver a él en aquel lugar y de aquella manera nada más ¿quien demonios le haría aquello? Frunció el ceño angustiado y en ese momento verse rodeado de tanta gente le angustió, le angustió de tal manera que sin pensarlo detuvo el tiempo, apenas unos segundos, los suficientes para volver al otro lado del espejo.

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