sábado, 14 de febrero de 2015

Fuck Valentine

¿Quien no ha querido que todos los 14 de febrero de su vida fueran tan dulces como un caramelo? Seguramente todo aquel que tuviera una mente romántica pudiera pensar en eso, pero en aquella casa quien quizás tenía una mente más romántica fuera Walter, el criado, quien recogía flores del jardín para Alyss, aunque la excusa de ese hombre era que el frío las congelaría. El resto de personas de aquel lugar, habían vivido demasiado para considerar el día de San Valentín como un día más especial que otro cualquiera.

Lo mismo, ocurría con el matrimonio entre Celia y Glen, aunque la mujer lo había intentado, había intentado pasar un agradable día con su marido, salvar las distancias que había entre ambos que cada vez se hacían más largas. Al menos Glen reconocía su esfuerzo, pero para él ya no se podía salvar algo que llevaba tanto tiempo muerto, ambos habían cambiado, habían cambiado tanto que eran completos desconocidos el uno para el otro. Desconocidos que nunca volverían a llegar a conocerse.

- ¿Qué te parece? - Glen alzó la mirada de uno de sus libros para verla lucir uno de aquellos oscuros vestidos que tan bien le quedaban. La mujer frunció el ceño al recibir solo una simple mirada - ¿Haras que me cambie de ropa?

- No.. estas preciosa, siempre has estado preciosa - No mentía, Glen siempre había considerado a su mujer un ser tremendamente hermoso. Pero esa belleza se había convertido en algo monótono-.

- Glen... ¿qué demonios te pasa hoy? - Celia borró la sonrisa de su rostro para mostrarse más seria a la vez que cruzaba los brazos-.

- ¿A mi? A ti dirás...

- Odio cuando te pones así.... eres un maldito muro contra el que me doy de cara siempre que intento llegar a ti... es frustrante Glen.


Glen apartó la mirada de ella para volver a mirar a su libro, dobló la esquina de la hoja con cierta parsimonia, como recreándose en un silencio que él mismo alargaba. No quería discutir, no quería empezar una pelea donde ninguno de los dos ganaría y simplemente se empeorarían más las cosas. Pero acabó por cerrar el libro y levantarse del sillón donde había estado sentado en todo momento. Tomó aire y lo soltó mientras se echaba el pelo hacia atrás.

- Quizás si no hubieras empezado tu propia guerra contra mi hijo... y antes de que digas nada, yo mismo lo escuché - ver al risueño Glen sin rastro alguno de su sonrisa era inquietante, se mantenía serio y su mirada quedaba fija en los ojos de su mujer,

- ¿Crees que es fácil Glen? Ver todos los días a ese niño... a tu hijo con OTRA mujer - Celia apartó la mirada, apretó los puños contra su falda llena de rabia-.

- Tú no estabas, ni tienes derecho a replicar nada... tú, ni siquiera has podido - resopló recordando cada uno de los intentos que habían tenido para tener lo que Eiven era, un niño. Por unos instantes pudo ver como el rostro de su mujer se descomponía al tiempo en que bajaba la cabeza-.

- ¿Es por eso Glen? ¿Acaso nuestras hijas no significan nada? - la voz de Celia sonaba rota, en un sollozo, aguantaba el llanto pero el propio Glen también lo hacía-.

- Claro que importan, claro que me importan... Fui el único que estuvo siempre con ellas .... Y estaré siempre con Eiven por mucho que te moleste... - aquella conversación le estaba llevando hacia recuerdos, recuerdos que le dolían como puñaladas a sangre fría - Como estuve con Gunnar...

Ese nombre fue el que hizo que todo se volviera silencioso, que incluso el llanto de Celia cesara, los lentos pasos de Glen le llevaron hasta la ventana donde miró por un momento su propio reflejo, antes de secarse una lágrima que se escapaba de su ojo.

- Cuando nació ni siquiera quisiste mirarle, ni siquiera quisiste ponerle un mísero nombre, porque tú ya sabías que pasaría.... tú lo sabías de sobra pero te callaste como la mayor puta que jamás conoceré. - Tomó aire, para continuar hablando - durante aquel mes hice todo lo que había a mi alcance por salvarlo... pero era en vano y tú hacías como que él ni existía... y murió en mis brazos... ni siquiera le diste entierro conmigo, era nuestro hijo.... nuestro. - se giró hacia ella, miró aquel llanto de la mujer que había retomado con más fuerza; pero en silencio. Caminó hasta llegar a su lado, retirar su pelo de su cuello y sonreír, una sonrisa que heló a la mujer - Y desde ese día, te odio, te odio con todas mis fuerzas, y te odiaré siempre. Y no puedes culpar a Eiven de ser el hijo que tú nunca llegarás a tener, ni culpar a su madre de ser para Eiven lo que tu jamás fuiste para Gunnar.

Una simple mirada de desprecio acompañada por aquella inquietante sonrisa fue lo último que Glen le dedicó a su mujer aquel día. Pues se alejó de ella y salió de aquella habitación. Estaba cansado de aquello, de aquella maldita situación que no llegaba a solucionarse por más que lo intentara. De que ella después de todo lo que estaba pasando siguiera mintiéndole, siguiera ocultando la verdad. Una verdad que él hacía tiempo que sabía pero quería escuchar de sus labios. Que jodieran a Celia, que jodieran a todo el mundo en aquellos momentos y que jodieran al maldito día de San Valentín.



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