miércoles, 23 de octubre de 2013

Pesadillas de Mad Hatter

Tic toc tic toc, el ruido de aquel infernar reloj no salía de su cabeza, pero solo imágenes sueltas llegaban a su cabeza, la palidez de su piel, agua, mucha agua, su vestido empapado pegándose en su piel, sus labios, sus suaves labios abandonados por el color de la vida, sus mejillas violáceas por el frio y la muerte y sus ojos perdidos y vacíos. Gritó, gritó con todas sus fuerzas pero no se escuchó ningún grito, la siguiente imagen fue su tumba, aquella cruz dorada perdida en el bosque, su lugar especial, así lo llamaba. Después otros recuerdos vinieron a su mente, paredes blancas, batas blancas, pieles pálidas por la falta de luz, rostros borrosos. La luz del sol solo podía verla cuando el atardecer llegaba a las ventanas, recordaba una biblioteca con libros tan viejos a los que les faltaban hojas, perdidas a lo largo de los años. El ruido del reloj se detuvo para escuchar el ruido de su mayor miedo, el silencio, un silencio que arrastraba susurros y gritos ahogados de locura, los pasos o más bien el ruido de los pies arrastrándose sobre el suelo de los interminables pasillos. Ese maldito lugar, el lugar donde nadie sabía quién era, donde sus manos fueron atadas, donde perdió su nombre, donde fue cegado… Volvió a gritar aquella visión le aterraba, y esta vez ese grito si sonó, sonó tanto que logró hacerle abrir los ojos, despertarle de aquella horrible pesadilla, cuando se dio cuenta de que solo había sido un sueño lloró, lloró por su Alicia, y por sus recuerdos de aquel lugar, lloró una vez más por si mismo.  Y es que nunca había sido
un sombrerero que tuviera dulces sueños.

No hay comentarios:

Publicar un comentario