Habían pasado cinco años desde la última vez que se vieron.
En una familia normal, en una familia unida y querida , ese tiempo lejos el uno
del otro habría sido una tortura. Para Judy aquel tiempo solo era la calma que
precedía la tempestad, una tempestad que había temido y que la hacía
constantemente estar alerta. Era cuestión de tiempo que aquella calma se
rompiera, que sus actos tuvieran sus consecuencias. no había sido una buena
madre, no había sido una buena persona, no había hecho nada bien, su ego, su
orgullo y sus ansias de poder habían hecho que la tranquilidad en la que vivía
se rompiera en añicos.
Ya era hora de pagar por todo, los pasos de la mujer
resonaban en el silencio de aquel palacete, todo el servicio parecía dormir,
eso conseguía ponerla de los nervios, no había nadie despierto que pudiera
velar por ella, para que pudiera pagar lo que ella había provocado.
Su mano se detuvo en el pomo de la puerta, dudó durante unos
instantes y finalmente la abrió, la corriente por el viento que entraba por la
ventana apagó su vela. Pero la luz de la luna era suficiente para mostrarle
quien era su visitante en las sombras. Sus blanquecinos cabellos, aquellos ojos
ambarinos que brillaban desde las sombras y aquel silencio penetrante que
siempre conseguía crear a su alrededor. Glen. Cerrando la puerta tras ella Judy
contempló a su hijo, ya no era un muchacho aquel muchacho que nunca había sido
su hijo, ninguno de lo dos lo sentía así, ninguno de los dos quería que aquello
cambiara.
- ¿No sabes llamar a la puerta?
- Dudaba que alguien me abriera esta.
- En eso tienes razón, no eres bienvenido en este lugar.
Contempló como su hijo quien había estado sentado en uno de
sus sillones de lectura se ponía en pie para caminar por la habitación, entre
las sombras. Odiaba que hiciera aquello, odiaba que todo el mundo supiera que
aquel maldito ladrón, merodeador de sombras, era su hijo. Le siguió con la
mirada hasta que este se detuvo frente a ella. Por unos instantes bajo su
mirada Judy se sintió terriblemente pequeña.
- Fue tu culpa, está muerta por tu culpa.
- Fue suya al ponerse en medio de todo lo que a ella no le
incumbía.
- Era tu hija.
- Tu melliza... ¿no estas contento Glen? Por tu culpa he
perdido a mi hija, y no contento con eso también me robaste a mi hijo.
- Jamás pensé que pudiera odiar a alguien como te odio a ti.
- ¿No tienes nada que robar?
- Lo tengo... ¿dónde están?
- Nunca pondrás tus zarpas sobre ellos, no eres más que una
rata callejera.
Le mantenía la mirada fija en sus ojos, no quería que la
viera temblar, no quería que sintiera su debilidad, sabía que Glen buscaba lo
único que le quedaba de la ingenua y tonta de su hija. No lo iba a permitir, y
por suerte él no sabía aún de lo que era capa, él se creía un simple ladrón. El
sonido de una caja de música si hizo que la mujer al fin mirase el suelo y se
abalanzara sobre su hijo para recuperar el objeto que este tenía en sus manos.
Sin resultado.
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