El sonido de las botas resonaba sobre el pavimento, ecos que
ahogaba el ruido de la lluvia al caer. El tiempo atmosférico se había vuelto
loco, aquel calor no era normal para estar en diciembre, era demasiado
sofocante. A parte, no dejaba de llover las nubes hacían que cada noche fuera
terriblemente oscura. Las noches perfectas eran como aquella, enmascaraban
ruidos y sombras, ocultaban a todos aquellos amantes de lo prohibido, gente,
seres, que eran despreciados a la luz del día.
El sonido de las botas cesó y el hombre que las portaba miró
por un instante a su alrededor, sentía que le seguían pero no veía a nadie, ni
nada. Hasta que cuando se dispuso a volver a caminar vio ante sus ojos a una
niña, no tendría más de ocho años, que sollozaba por andar perdida. Aquel
hombre se acercó a ella, por curiosidad más que por lástima por aquel tiempo
había demasiados niños abandonados, esa niña habría corrido la misma suerte que
otros. Pero la pequeña solo era un anzuelo del que se percató cuando sintió
como su cinturón se aligeraba. Entonces todo cobró sentido al ver a aquel
ladronzuelo salir corriendo. Otro niño no más mayor que su cómplice y en
aquellos momentos ambos salieron corriendo.
No iba a dejarles escapar, aquella noche había hecho fortuna
con las trampas jugando a las cartas y no iba a permitir que unos críos se
quedaran con aquel tesoro.
El pequeño corría, aferraba con fuerza la bolsa de monedas
contra su pecho, con lo que había en la bolsa tendría comida para dos meses,
para sobrevivir, no querían el dinero para otra cosa. Llevaban tres días sin
echarse nada a la boca. El grito de su compañera le hizo detenerse y mirar
hacia atrás.
- GLEEEEN
Aquel hombre la había atrapado sujetándola por el cuello de
su sucia camisa. La registró por completo, incluso llegó a tocar sus zonas más
puras. Glen contempló aquello con horror y más cuando sintió el crujir del
cuello de su amiga. Y eso le hizo inconscientemente gritar de horror, un error
pues el hombre detectó su posición y ahora avanzaba hacia él. Por ello volvió a
salir corriendo, la lluvia había empapado su capa lo que hacía que pesara y se
liara entre sus piernas haciéndole más lento, y sintiéndolo mucho se desató
esta dejándola caer sin dejar de correr. no le iban a coger, no iba a morir. Un
tirón terminó metiéndole en un callejón, y una fuerte mano evitando que
gritara. Pero no se asustó, quedó más tranquilo al ver a su perseguidor pasar
de largo. Y entonces escuchó a su salvador.
- Escurridizo ladronzuelo ¿cuantos años tienes?
- 8...
- Eres un crío... mi nombre es For ¿Cual es el tuyo?
Glen no pudo articular palabra alguna pues, el hambre, la
tensión y la fiebre que le recorría desde hacía días habían hecho que al fin se
desmayara, pero al menos el niño ya estaba a salvo.
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