Aquel malestar comenzó en cuanto volvió a la casa del árbol,
todo estaba como lo había dejado, o al menos parecía estar así. El silencio
envolvía toda aquel lugar, como siempre había sido durante años y años, donde
solo había escuchado las voces que le hablaban desde el interior de su cabeza;
pero esta vez no había voces no había nada, solo aquel malestar en la boca del estómago.
Recorrió aquella cabaña en completo silencio, incluso con el
temor de que sus pisadas hicieran mal ruido de la cuenta e impedían que
escuchara a sus voces, pero nada, no escuchaba nada ¿qué había pasado? No entendía
muy bien aquella sepulcral falta de voces, bueno podía entenderla en cierto
modo, ya que, si, Glen ya no estaba consigo, y lo cierto es que había esperado
estar muerto pero ¿y si lo estaba? No, podía escuchar el latir de su corazón,
su respiración tranquila y acompasada y casi el sonido de la sangre al circular
por sus venas.
Una punzada de dolor le hizo correr hacia aquel baño,
tirarse en el suelo y vomitar en el retrete como si de un resacoso se tratara,
pero, no era nada de eso, pues de su boca solo salía sangre, eso, solo le había
pasado en contadas ocasiones. Mientras sus ojos reflejaban la confusión y el
miedo con una mano se apartó el pelo de la cara, sentía el sabor oxido de la
sangre en su paladar, pero parecía que tras haber vomitado aquel malestar en su
estómago había desaparecido. Cerró los ojos con fuerza, intentando ponerle un
porque a lo que acababa de pasar, apoyando la espalda en la pared, sintiendo el
frio de los azulejos, ese frio sin duda resultaba relajante.
Cuanto tiempo pasó en aquella postura no sabría bien
decirlo, pero cuando se levantó lo hizo con intención de lavarse la cara, espabilarse
y volver a ser él y hacer como si nada hubiera pasado, pero el espejo, ese
maldito enemigo de toda persona al levantarse le mostraba una imagen bastante
curiosa, lo que le hizo detenerse y contemplar su reflejo anonadado, sus ojos
negros, completamente negros y aquella marca que con aquel aspecto había tapado
con su tatuajes había crecido bastante, quizás solo fueran alucinaciones
causadas por su enfermedad, era mucho mejor no hacerles caso. Finalmente abrió
el grifo y dejó que el agua fría le espabilase de nuevo, volviendo a mirarse en
aquella maldita superficie reflejante, y la imagen no cambiaba, aunque ahora
había algo más, aquella sonrisa perturbadora e infantil enmarcada por largos
cabellos blanquecinos y presidida por dos grandes y brillantes ojos violáceos,
Alyss, la reina blanca como Petter la llamaba estaba allí mirándole cara a
cara, lo que hizo que el brujo diera un paso hacia atrás dubitativo.
- ¿Qué puede asustar a un cuervo? – aunque ella no estaba en
aquel lugar su voz se escuchaba perfectamente dentro de su cabeza, y esa voz
fue la que calmó su alma por unos instantes, pues el silencio se había roto-.
- Mi reflejo - ¿para qué iba a mentir? Ella podía saber la
verdad con tan solo mirarle a los ojos, pero parecía que su respuesta le
resultaba bastante graciosa, pues la muchacha sonrió con un leve atisbo de
dulzura -.
- ¿Temes a tu naturaleza? ¿Temes ser lo que eres? – no hizo
falta que el brujo respondiera con palabras, pues simplemente afirmó con la
cabeza-.
No fue un dialogo bastante largo pues ella desapareció del
espejo dejando tras de sí un olor agradable a sus típicas rosas azules, el
brujo bajó la mirada ante su ausencia, ella nunca le aclaraba nada, pero
agradecía poder haber escuchado su voz y que aquel incomodo silencio se
rompiera.
Abandono el baño intentando aclarar su mente, pero ese
intento de aclararse se vio roto cuando volvió a escuchar una voz bastante
cuervil dentro de su cabeza, un contrato conjunto, Glen no le había dejado
morir, pero tampoco le había dado las respuestas que prometió, pero al menos no
estaba en silencio, una amplia sonrisa se dibujó en su rosto segundos antes de
que su cuerpo tomara la forma de un cuervo y saliera volando de aquella casa de
pájaros.